sábado, 15 de marzo de 2014

La Biología sentimental

Cuando la palabra "Biología" entra en nuestro canal auditivo, hace vibrar nuestro tímpano y recorre todas esas microestructuras que componen nuestro oído interno hasta llegar a ese órgano tan voluminoso y misterioso que es el cerebro, éste se inunda de gran cantidad de imágenes de todo tipo. Empiezan inevitablemente a asomar gran cantidad de conceptos, experimentos de otros tiempos, innumerables fórmulas de biomoléculas y  gran variedad de leyes, mecanismos, morfologías y fisiologías que componen el conjunto de la vida.
Sin embargo, pocas veces asociamos dicha ciencia con los cambiantes sentimientos y emociones que constituyen nuestro día a día. Ya desde la antigüedad hemos tomado a la biología, y a la ciencia en general, como un "estudio objetivo" de nuestro ser, y muchas veces nos cuesta duro trabajo superponer nuestro cerebro con nuestras emociones.




Resulta que gracias a las numerosas investigaciones de los últimos años y a la creación de técnicas que permiten observar cómo reacciona nuestro cerebro ante diferentes estímulos en el mismo momento de su aparición, se ha podido observar que las emociones están más o menos localizadas en nuestro encéfalo y que, al parecer, son resultado de una extraña y compleja interacción entre la parte consciente y una parte inconsciente. De esta manera, las emociones, que podrían definirse como la respuesta inmediata realizada ante un cambio del medio externo o interno de una manera inconsciente, son respuestas complejas en las que intervienen varias estructuras del tronco cerebral como el sistema límbico, el tálamo y el hipotálamo que "coordinan" las emociones y las transmiten a la corteza cerebral, donde se realiza una interpretación consciente de la emoción que denominamos sentimiento. Por lo tanto el sentimiento es la interpretación consciente de una determinada emoción.

No debemos pasar por alto que las emociones aparecieron en una época primitiva de la evolución, por lo que las emociones son impulsos súbitos que permiten a los animales sobrevivir, cubrir sus necesidades biológicas vitales como la reproducción, la alimentación, o la defensa ante un peligro. Por eso, aunque el ser humano posea una "moderna consciencia" que le permite crear sentimiento a partir de las emociones y que le diferencia de los animales, sus conductas ante una situación emocional de miedo, puede ser verdaderamente similar con la de cualquier otro animal. Así, en las emociones existirían dos dimensiones, la dimensión subjetiva o consciente y una respuesta corporal no consciente, tanto vegetativa como gestual, que compartiríamos con los animales y que está enfocada a la supervivencia.

 No obstante, hay sentimientos mucho más complejos difíciles de relacionar tan solo con una emoción y en los que están implicadas varias zonas del cerebro que "conciencien" dichas emociones. Un ejemplo de este tipo de sentimientos es el amor. Parece ser que el sentimiento de amor se activa en una parte del cerebro, el núcleo estriado,  que está vinculado al deseo sexual y curiosamente es la misma que la parte que provoca la adicción a las drogas.

En definitiva, aunque es cierto que la tecnología moderna ha avanzado de manera extraordinario y ha permitido los grandes avances neurofisiológicos, permitiendo un mayor conocimiento de la conducta humana y animal, así como la implicación de las emociones en el comportamiento humano, queda todavía un largo y abstracto camino para descubrir qué hace al hombre ser como es y qué tipo de fisiología le impulsa a conocerse a sí mismo.














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